Trabajando como dependiente durante mucho tiempo y en diferentes trabajos, he podido observar muchas conductas del ser humano a la hora de hablar, a la hora de preguntar, a la hora de llamarte para que les atiendas, a la hora de dar las gracias y a la hora de despedirse. Sin embargo, hay una cosa que llama muchísimo mi atención. El momento en el que se cruzan un pasillo entero para venir a preguntarme sobre dónde se encuentra una herramienta, sin darse cuenta de que la tienen justo a su lado. Incluso había ocasiones donde el cliente se posicionaba a medio metro de la herramienta, y sin darse cuenta, me preguntaba donde estaba. Muchísimas personas dirán que no hay que darle demasiadas vueltas, que simplemente estaba comprando una herramienta en una tienda y que no tiene más importancia. Yo, por el contrario, creo que sí que tiene mucha importancia, pues no es poco común perdernos un sin fin de cosas que suceden a nuestro alrededor por no saber mirar. «Es que no me he dado cuenta», «Si es un perro me muerde», «ojalá haber pasado más rato con esa persona», «ojalá haber buscado una conversación sana en vez de la razón»… Pero el mundo es como es, no? Y al parecer nos gusta así, pues nadie se queja. ¿O sí que se queja? ¿Entonces?? Cuántas cosas no vemos a lo largo del camino… por no saber mirar? Abre los ojos, lo tienes al lado. El qué? -te preguntaras-… pues todo.